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¿Cómo educar a los hijos en el uso de la televisión?

Muchos psicólogos le llaman a la televisión: “El Tercer Padre” por la tremenda influencia que ejerce sobre los niños y los adolescentes. Sabemos que es un medio maravilloso de comunicación para transmitir  noticias, actividades deportivas, eventos culturales, etc. y contribuye al descanso y entretenimiento de toda familia.
¿Pero qué peligros encierra el uso inmoderado de la televisión? En primer lugar, la llamada “teleadicción”, que consiste en una dependencia cotidiana por estar mirándola, sin seleccionar los programas, sino simplemente viendo -casi de continuo- los que “aparece” en los diversos canales.
Hay hogares en que la televisión se mantiene encendida todo el día, y como consecuencia, se pierde la comunicación e  intimidad entre los miembros de la familia, se descuidan las tareas escolares, se abandona la afición por la lectura, no se practica el ejercicio físico, y, en general, acarrea el que los hijos estén apáticos, abúlicos e indiferentes ante las necesidades del hogar (encargos, solicitud por los enfermos, arreglos materiales…) precisamente por esa compulsión de estar “pegados” al televisor.
¿Qué consideraciones deben tener en cuenta los padres de familia? La televisión genera una particular pasividad en que el sujeto prácticamente no  reflexiona acerca de los contenidos que se le presentan, sino que como “esponja” va absorbiendo todas las imágenes que le presentan.
Mentalmente la persona pierde concentración, creatividad, capacidad de imaginación, el ejercitar su memoria, su agilidad mental, el correcto uso del lenguaje, etc., que es justo lo contrario a los  efectos que produce el hábito de las buenas lecturas.
Por otra parte, los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables a determinados programas en los que se presentan modelos de conducta o íconos a seguir donde los protagonistas, sutilmente, dejan patrones de comportamiento a imitar.
Cito algunos  ejemplos de estos errores prácticos: los conflictos o problemas se resuelven fundamentalmente mediante la violencia; el sentido de la vida no tiene otra finalidad que la búsqueda insaciable del placer; en lo relativo a la sexualidad, sólo importa el goce del ‘aquí y el ahora’ sin ningún compromiso ni responsabilidad, y no aparece prácticamente nunca la institución matrimonial;  a la mujer se le presenta de modo deformado, como un mero objeto apetecible, siguiendo la inaceptable lógica de la sociedad de consumo de: “úsese y tírese”.
¿Se han fijado cómo algunas jovencitas conversan  tal y como sus actrices favoritas de las telenovelas? ¿O cómo los niños y preadolescentes reaccionan en forma similar a sus ídolos cantantes o a los protagonistas que ellos admiran?
¿Qué consejos brindar acerca del uso de la televisión en la familia?
En primer lugar, que sean los propios padres quienes tomen la delantera y seleccionen qué programas convienen para la formación y entretenimiento de sus hijos;
Hacerles ver a los hijos que su  deber prioritario es cumplir con las tareas escolares y sus horas de estudio.
En segundo lugar, proponerles planes interesantes para sus horas libres: clases de natación, de futbol, de tenis, de guitarra, de pintura, paseos formativos (museos, exposiciones artísticas, entrar en contacto con la naturaleza…), que se aficionen por la Historia, por conocer los descubrimientos científicos, la geografía, la astronomía, los tesoros musicales,  y en general, por las lecturas bien seleccionadas como complemento formativo.
También, hacer labor de acompañamiento en el momento de ver determinados programas o películas, de tal manera, que al final se ayude a los hijos a normar un criterio o una actitud sanamente crítica ante lo que presenciaron.
Por ejemplo, si una película trata de un matrimonio con hijos que se divorció y se presenta como “lo más natural”, inducirles a que reflexionen y cuestionarles:
-¿Cómo piensan que se sentirán los hijos después del divorcio de sus padres?
La respuesta vendrá de la mano, como una consecuencia lógica:
-Pues muy mal, porque se portaron en forma egoísta y no pensaron en sus niños ni en la felicidad de la familia unida.
Una última consideración es que los padres deben de tener una participación proactiva para exigirles a las televisoras que no se proyecten programas o comerciales que puedan resultar nocivos o desorientadores para sus hijos y, a la vez, proponerles o sugerirles programas divertidos, entretenidos, constructivos, de manera que la televisión contribuya a la formación que realizan los padres desde el seno de su hogar.