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El evangelio, ¿de Judas?

Indudablemente, no se trata de un texto escrito por Judas, de ser así, Judas debería haber vivido más de 300 años; pues el manuscrito es del siglo IV.

 Se trata de un escrito que lleva por título 'El Evangelio de Judas', y que los más entusiastas afirman que es la traducción de un texto griego cuyo original haría sido redactado un poco antes del año 180, es decir, unos 150 años después de la muerte de Judas. Los evangelios más antiguos, son los de san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan, que están escritos pocos años después de la muerte y resurrección de Jesús, y en su redacción participaron testigos directos de la vida de Cristo, que escucharon sus predicaciones, lo vieron curar a los enfermos, lo acompañaron en sus largas caminatas de un pueblo a otro, conversaron con él, y después de su muerte lo vieron resucitado; y, por testificar su resurrección, fueron capaces de dar la vida. Con razón san Juan, en su primera carta, afirma que da testimonio de 'lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos' (1Jn 1,2). Los Evangelios, por estar inspirados cuentan con una autoridad especial, y por su antigüedad son los documentos más importantes para conocer históricamente a Jesús.

En los siglos posteriores, diversos grupos comenzaron a componer historias sobre Cristo que mezclaban datos de los Evangelios con las especulaciones, interpretaciones y fantasías de cada autor. Estos son los llamados evangelios apócrifos. Algunos de estos escritos surgieron para satisfacer la curiosidad de los fieles, y son leyendas fantasiosas acerca de la vida de Jesús; mientras otros nacieron del deseo de propagar particulares opiniones acerca de Cristo, sostenidas por algún determinado grupo y, para darle autoridad, los firmaban con el nombre de algún personaje antiguo.

Para tener una idea de la cantidad de estos documentos, baste recordar que la edición española de Los Evangelios Apócrifos afirma que actualmente poseemos el texto completo de 27 evangelios apócrifos y que conocemos fragmentos de otros 29. De este modo, el último hallazgo nos permite pasar el Evangelio de Judas del segundo al primer grupo. En todo caso, el número total de escritos apócrifos es mucho mayor pues habría que agregar los Hechos, las Cartas y los Apocalipsis apócrifos. Todos estos textos son muy posteriores a los Evangelios del Nuevo Testamento, y contienen las historias más pintorescas que nos podamos imaginar. Es muy fácil acceder a ellos, están en castellano, en muchas bibliotecas y en las librerías católicas. Nadie los mantiene escondidos ni prohibidos, y los manuscritos de la mayoría de ellos están en poder de las grandes Bibliotecas europeas, tales como la de París, Milán, y la Biblioteca Británica, en Londres, y en el Museo de El Cairo.El supuesto Evangelio de Judas no debió ser un texto de mucha importancia ni siquiera en su época, prueba de ello es que hoy se conserva un solo manuscrito, porque pocos tuvieron interés en copiarlo y difundirlo. De la obra de Homero, por ejemplo, se conocen más de 640 manuscritos, y del Nuevo Testamento se conservan 6.033 manuscritos (es decir, 110 papiros, 299 manuscritos en mayúscula, 2.812 en minúscula y 2.281 leccionarios). Muchos de ellos del siglo II y III, e incluso alguna página que puede ser del siglo primero (como el p52, de la Biblioteca Ryland en Manchester). No hay ningún texto más seguro en su transmisión que el Nuevo Testamento, esto lo reconoce cualquier persona que sepa un poco del tema.

Quien quiera conocer a Jesús debe recurrir a los testigos directos de su vida, y estos testimonios se conservan en el Nuevo Testamento. Desconfiar de los testigos directos y confiar en testimonios tardíos y de segunda mano no tiene ninguna lógica. Pretender que la verdad sobre Jesucristo se encuentra en un texto tardío, del que se conserva un único manuscrito del siglo IV, encontrado hace algunos años en Egipto, es algo que ningún estudioso serio, que busque con sinceridad la verdad, podría aceptar.

Las Cartas de san Pablo y los cuatro evangelios fueron redactados cuando los testigos directos de la vida de Cristo aún estaban vivos. Estos escritos han sido conservados y transmitidos como un tesoro por una comunidad viva, que los ha leído, copiado y divulgado públicamente a lo largo de la historia. Desde el inicio del cristianismo, los evangelio fueron conocidos de modo tan amplio que, aún para la misma Iglesia, hubiese sido imposible modificar su contenido. Por otra parte, si los evangelios fueran invento de la Iglesia, no narrarían las negaciones de Pedro ni a los discípulos reprendiendo a los niños, ni tantos otros pasajes semejantes.

Si este manuscrito efectivamente corresponde a la traducción de una copia del llamado 'Evangelio de Judas' mencionado por el obispo de Lyón, san Ireneo, en el año 180, entonce el texto tendría un valor histórico para reconstruir las ideas de un pequeño grupo gnóstico de fines del siglo II, llamados 'los cainitas' (afirmaban que Caín y la serpiente eran buenos, mientras que Abel era malvado). De este modo, el texto contribuye a conocer a los cainitas del siglo II y III, pero nada aporta para conocer a Jesús. Ahora, si hay que creer lo que dicen los apócrifos sobre Judas, entonces deberíamos creer que Judas fue inducido por su esposa para traicionar a Jesús (lo dice el Evangelio apócrifo de Bartolomé); o que el diablo arrastró a Judas a entregar al Maestro (así, los Hechos apócrifos de Pedro, n° 8 y los Hechos apócrifos de Tomás, n° 32); o que Judas se suicidó después de que su esposa le rogó que no lo hiciera, a pesar que ella, para que Judas le hiciera caso, realizó un milagro: hizo cantar tres veces un gallo asado sobre carbón (así lo afirman los Hechos de Pilato o el Evangelio apócrifos de Nicodemo); o que Judas adoraba un dios diferente al de Jesús (lo señalan los Hechos apócrifos de Juan, n° 96); o que fue la avaricia que llevó a Judas a entregar a su Señor (como lo afirman los Salmos apócrifos de los Maniqueos); o que Judas, siendo niño, mordía a todos los que se le acercaban, también a sí mismo; e incluso intentó morder al niño Jesús mientra jugaba, y luego Satanás salió de él en forma de perro rabioso (así en el Evangelio Árabe de la infancia, n° 35). Otros apócrifos, como la Didascalía siríaca de los Apóstoles amplifican las maldades de Judas. Entonces, si debemos creer en los apócrifos, estaremos en un gran problema, porque entre ellos no coinciden. En todo caso, la mayoría de los apócrifos afirman que Judas traicionó a Jesús.

De todos modos, una cosa hay que reconocer: el revuelo que ha causado el anuncio de la publicación de este texto revela la profunda fascinación que despierta en tantos corazones la figura de Jesús de Nazaret. Incluso los que lo rechazan con mayor fuerza, no pueden dejar de hablar de Él.

P. Samuel Fernández E.

Facultad de Teología

Pontificia Universidad Católica de Chile