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La grandeza del hombre

Lo malo es noticia. Esa es la sencilla razón por la que proliferan las “malas noticias”, lo bueno muchas veces “no es noticia”, por ser lo normal, lo ordinario, lo corriente; por no escandalizar carece del altavoz imprescindible que recuerde que está ahí, y que es más frecuente de lo que podríamos imaginar. Sin embargo, junto a eso simplemente “bueno”, aparece lo que podríamos calificar –a falta de otro adjetivo más pertinente- de excelente, de grande o maravilloso. Y el hombre, las personas de carne y hueso al actuar, con frecuencia nos dan esa lección de grandeza de espíritu, compatible con la más llana sencillez y simplicidad de vida. Es preciso hacerles eco para recuperar la confianza en el hombre y escapar así de la triste alternativa entre mediocridad gris o bajeza moral que nos presenta la sociedad contemporánea.
“Cada uno tiene dentro de sí el potencial de ser santo”. Es lo que San Josemaría enseño a Roland Joffé (Los gritos del silencio, La Misión, La ciudad de la alegría) al producir There be dragons. Al principio le pareció una declaración un tanto triunfalista, pudiéramos decir. Sin embargo, pronto descubrió que es verdad. Sigamos su propio relato, que goza de especial autenticidad por tratarse de un judío agnóstico casado tres veces: “Cuando pensaba en la película me preguntaba a cuántos conocía yo capaces de realizar actos santos. Y se me ocurrió que esa idea –decir que todos pueden hacer actos santos- es como un caramelo que se reparte a la gente para que se quede contenta. Pero lo cierto es que, mientras estaba reescribiendo una escena, apareció en la CNN una entrevista a una mujer ruandesa. Estaba sentada en torno a una mesa, tomando el té, con la entrevistadora en medio, que la presenta como una mujer que, en la contienda entre los hutus y los tutsis, habían asesinado a sus cinco hijos. Al otro lado de la mesa, un hombre, tal vez el esposo, el hermano. Pero la entrevistadora desvela que es el hombre que había matado a los cinco hijos. Un hombre a quien ella ha perdonado y que viene todos los viernes a tomar el té en su casa. La educada entrevistadora de la CNN le dice a la ruandesa que no entiende cómo puede perdonarle. Y contesta: “Mis hijos han muerto y tengo que pensar más allá de ellos. No perdonar a este hombre sería volver a vivir su muerte, porque perpetuaría aquel crimen”. Explica: “El crimen cometido es de una barbarie insoportable, pero no es inhumano, ya que lo hizo un humano que ahora siente una pena tremenda. Es una pena que debo aceptar”. Viendo esto yo pensaba: esta mujer tan extraordinaria… es una mujer sencilla, una campesina, que entiende donde está la verdad” (Entrevista a Roland Joffé, Mundo Cristiano, n. 604, Marzo 2011, p. 15).
La grandeza moral de esta mujer no tiene parangón, y es una mujer normal, sencilla… Aquello era una comprobación fehaciente de que hay santos entre nosotros, muchas veces escondidos, ignorados, a los que no se les da publicidad, pero que devuelven la esperanza al mundo. Su acto de perdón entra dentro del apartado de lo grande, lo maravilloso, lo sublime, y aquello ha sido realizado por un ser humano común y corriente. Pocas cosas engrandecen tanto al hombre como perdonar y comprender. Descubrir que aquellos que son capaces de hacerlo no están solo en los libros nos anima a seguir trabajando por un mundo mejor y a recuperar la confianza en la condición humana. Si son profundas las simas de su bajeza, también son grandes las cimas de su elevación: a esas alturas llegan los santos, muchos de los cuales realizan sus gestas heroicas en la oscuridad, sin gozar de los reflectores, lo que les otorga un doble mérito.
Con frecuencia los profesionales de la comunicación en un alarde de realismo, se ceban describiendo la crueldad o la bajeza humana. Al hacerlo, quizá inconscientemente o involuntariamente, han contribuido a difundir una percepción negativa del hombre, un pesimismo de fondo que desalienta cualquier empeño por mejorar una sociedad a la que se considera corrompida sin remedio. Harían muy bien –para dar una visión equilibrada de la realidad- de ofrecer la contrapartida: buscar y difundir hechos reales que muestran que también el hombre ordinario es capaz de cosas extraordinarias…